SIEMPRE VAN DE LA MANO…
La paciencia es un don no propiedad de muchos. O tal vez es algo que algunos poseen en muy pocas cantidades y en pocos, es de total ausencia. La paciencia es la capacidad de esperar sin caer en la ansiedad, sin esperar o desear ardientemente que las cosas pasen pronto y, de ser posible, de acuerdo a nuestros planes o deseos.
La paciencia es la madre de toda virtud. Quien puede dominar la ansiedad sin fingir que es dominado por la ansiedad pero dando muestra de tranquilidad, puede decir que se domina a sí mismo y por lo tanto, posee aptitudes para dominar situaciones, personas, tiempos y circunstancias. Quien tiene la paciencia a su servicio o se sirve de ella para alcanzar un fin o dominar al tiempo puede decirse lleno de virtudes y capaz de entender el comportamiento humano y al mismo tiempo, dominar las pasiones y emociones.
La paciencia siempre va acompañada, prácticamente de la mano, de la tolerancia. Quien tolera todo tipo de avatares en aras de conseguir algo, mucho o todo puede considerarse triunfador y debe ceñirse el laurel de la victoria. La tolerancia alfombra el camino de la paciencia. La tolerancia es la alerta vigía que observa el paso seguro de quien ha hecho de la paciencia su elemento para transitar por la vida. Al final, la tolerancia da testimonio de que ese sacrificio que es el andar por un destino debe ser compensado con la gloria.
La paciencia y la tolerancia, siendo argumentos y elementos disponibles para todos los mortales, muchos las eluden, los evaden, los ignoran y a propósito los ahuyentan. Imbuidos en una suerte de superioridad de papel y de una audacia de a mentiras, los seres carentes de esas virtudes vagan y divagan vanagloriándose y confrontando sus limitaciones y siendo víctimas o producto de la ausencia de valores.
Para todo mal paciencia y para todo bien, también; para toda situación o circunstancia, tolerancia, y siempre, sabiduría.