Perspectiva

PARA UNA SANA CONVIVENCIA.

Escucho decir a los adultos, de cualquier condición social o profesión, que las personas hemos perdido los valores humanos. En realidad los principios rectores de la convivencia social armónica nunca se han perdido sino somos la inmensa mayoría los que nos hemos alejado de ellos y a conveniencia los invocamos y en ellos nos escudamos cuando sentimos que nos ofenden, nos agreden o nos afectan de cualquier forma.

Los valores humanos son los mismos, con la misma vigencia aunque no con la misma observancia, son la misma exigencia de cumplimiento irrefutable e irrenunciable y siguen representando el signo de inteligencia y evolución o ignorancia y bestialidad en la gente. No hay decreto que los haya derogado, no existe condición o actitud o actividad que los haya anulado ni pensamiento filosófico o doctrina nueva o vieja que pretenda olvidarlos u omitirlos.

Los títulos obtenidos, las cédulas profesionales que posea, los logros económicos conquistados, su habilidad para los negocios o la facilidad con la que conquiste amores del mismo o del sexo opuesto no hacen al ser alguien inteligente. Hay gente con muchas profesiones pero carentes de respeto y ausentes de principios que nos hacen seres evolucionados y hay gente sin estudios que conocen el valor del respeto, la humildad de la gratitud y la sencillez suficiente para no humillar a nadie y la temeridad y prudencia para ser agradecidos, para saludar y desear ventura incluso al desconocido.

Luego entonces, la práctica de la bondad, la tolerancia, la paciencia, el respeto y la enseñanza mediante el ejemplo del trato hacia los demás es la forma en que quisiéramos ser tratados, son y serán los argumentos ineludibles con los que debemos transcurrir nuestra corta estancia en este mundo.

Con frecuencia me preguntan cuál de todos los preceptos es el de mayor jerarquía y por el que la vida en sociedad se hace una convivencia pacífica y constructiva y la respuesta es: el respeto. Sin este valor todos los demás carecen de sentido. El respeto es la raíz y el origen, es el puntal que sostiene toda la casa, es el elemento vital, es el argumento y la meta, es el principio y fin. El respeto es un tema que no admite regateos ni confusiones: no es negociable.

Ahora bien, en Bogotá, Colombia, en una conferencia sobre valores humanos, una estudiante de filosofía me preguntaba cuál es el estado supremo del hombre, el estatus ideal del ser civilizado, pensante y evolutivo y mi respuesta fue: el estado de conciencia. Este es un elemento poco común en el hombre actual y como en contrasentido, esencial, inevitable, insustituible e intransferible. Las culturas y los sujetos que la alcanzan adquieren un nivel de trascendencia que es o debiera ser el objetivo de la raza humana toda.

En la medida en que la mujer adquiera conciencia de su importancia y valor en la sociedad evitará la violencia y hasta la muerte por depredación; cuando la juventud tome conciencia del valor que tiene la etapa en que existe y la enorme oportunidad de realizarse y cuando la sociedad en su conjunto adquiera conciencia de que es sólo mediante el respeto, la tolerancia y la equidad como sobrevivirá a su propia ignorancia, entonces podremos decir que sí somos la cúspide de evolución del resto de los seres vivos. Sin conciencia el hombre regresa a los principios de los tiempos y se balancea en las ramas y se solaza en su ignorancia y brutalidad.

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