Tertulia Literaria

San Lorenzo Axocomanitla, el municipio más pequeño del estado y de la República Mexicana, cuyos orígenes datan del siglo XV, es visitado cada 10 de agosto por muchos feligreses de estados cercanos, para venerar al santo patrón milagroso que los une en su fe. Su nombre en Náhuatl, Axocomanitla, significa lugar donde emana agua agria, o manantial de agua agria y se  ubica en la parte sur del Estado de Tlaxcala.

Antiguo monumento que conduce al atrio del templo del pueblo

Este pequeño municipio cuenta con un poquito más de 5000 habitantes y se caracteriza por su antiguo monumento que conduce al atrio del templo del pueblo. Cada visitante puede llegar a su centro y apreciar su reloj en la parte superior y que recuerda el paso del tiempo a toda la gente del pueblo; recordándole a la vez, que solo tiene 100 años máximo para disfrutar la vida.

También en él se puede observar, en una hendidura, la imagen del santo del pueblo tallada en pequeño. Sus columnas y su estructura son amplias e inquebrantables que al entrar, pareciera que se empieza un viaje interminable en el tiempo.

Perderse entre sus columnas no es fácil, ya que sólo se requieren 3 o 4 pasos gigantes para cruzarlo, pero al pasar bajo su estructura antigua pareciera que viajara uno 50 o 100 años atrás para lograrlo y vagara uno a la vez en la eternidad;  entre sus calles estrechas, con casas de grandes patios características del pueblo.

En la foto que aquí se presenta se pueden observar sus adornos y sus colores, su estructura, los cables de luz -característicos de los pueblos de México-, el paso de los años y también un poco también su abandono. Observarlo detenidamente, en esta época de pandemia, implica  sentir melancolía al pensar en las decenas de fieles que  se dan cita, para rezar y pedir por su salud y pasan por él, pero que, por precaución, no se han podido dar tiempo de arreglarlo o de cortarle las hierbas.

Iglesia de San Lorenzo Axocomanitla, Tlaxcala

También, da tristeza recordar que cada 3 años, diversos grupos políticos se esmeran en barrer y limpiar calles y casas por ganar votos para su presidencia municipal, pero que después de las elecciones todos se quedan quietos y ya nadie se preocupa más para ganar o para convencer a los ciudadanos.

También se puede pensar que su condición con hierbas -en esta ocasión- es especial y que nunca se había visto así en ese abandono, pues el COVID- 19 ha provocado que la gente se resguarde más en casa para seguir orando, pero al evitar hacer faenas provoca que el monumento se vaya degradando.

Por otro lado, llegar a Axocomanitla siempre es algo extraordinario, ya que debido a su pequeñez, este lugar se recorre en no más de una hora, pues se llega a su centro y en menos de 5 minutos se ha recorrido prácticamente todo lo que lo caracteriza; y a la vez se ha experimentado la paz más grande que existe, ya que ahí no hay  temores ni sobresaltos.

Sin embargo, con este monumento, se palpa un dejo de melancolía, de un pueblo que se pierde entre miles, lleno de algarabía de gente que llega ahí cuando es feliz en fiestas o bodas y se viven también los recuerdos de las personas que ahí han llorado, por la pérdida de sus seres más queridos que al finalizar sus días llegan ahí mismo para elevar su última oración en cuerpo presente y después para ser llevados al camposanto.

Dicho en otras palabras, bajo el arco de este monumento se sienten vibrar los recuerdos de miles de niños que ahí han nacido y vestidos de pureza han sido presentados a la fe católica, con monedas y flores lanzadas al aire como bolo, y abrazados por gente amorosa y en no menos de 90 años, se escuchan los ecos de esos mismos niños, ahora revestidos de negro, con infinidad de recuerdos en sus brazos, que son despedidos después y la tristeza en el ambiente se va acumulando.

Quien visite este lugar verá los usos y costumbres de un pueblo lleno de tradiciones, con grupos de gente cien por ciento hogareña y que sólo se distrae con su rezo diario. Gente sana, llena de buenos deseos, que únicamente se pierde ante el bullicio de su celebración de agosto, donde se esmera en decorar sus pequeñas calles y pinta sus casas y cocina el mejor mole de la región para recibir a sus invitados.

Es un pueblo bicicletero, decía mi abuelo. Es un pueblo que no existe -escuché decir a un político que no conocía el respeto-. Sin embargo, es el pueblo donde vive gente hermosa, donde se viven y se respiran sus olores agrios, emanados de la Barranca de Briones, y donde se vive la libertad  del que se esfuerza para el trabajo y del que sueña a diario.

*Rosalía Nalleli Pérez Estrada

rosalia_na@hotmail.com

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