CUENTO
El sonido de estática de la radio comenzó a rebotar por todos los objetos del cuarto, sonido de explosiones de galaxias que desaparece o que gimen agónicas, explosiones de sonidos acumulados en el tiempo, que se interrumpen con las primeras notas del Himno Nacional.
-¡Bienvenidos a la transmisión de este día, son las cinco cincuenta de la mañana y la temperatura está a menos diez grados centígrados, el Centro Climático-sismológico Nacional nos informa que para este día se esperan sismos de cinco a seis grados Richter hasta medio día, con replicas por la tarde acompañados de fuertes relámpagos ocasionados por una enorme tormenta magnética proveniente del Sol, que pintará el cielo de diversos colores, le aconsejamos no salir de casa sino tiene necesidad de hacerlo. ¡Ahora daremos paso al programa Amanecer Ranchero!
En la radio comenzó a escucharse la voz de Vicente Fernández: “¡por tu maldito amoroowww…!, que inmediatamente comenzó a distorsionarse por el inicio de la tormenta magnética. Una mano esquelética, verduzca, con uñas oscuras, intentó sintonizar nuevamente la estación, pero al no conseguirlo con desgano lo apagó, fue hacia la estufa, apagó la cafetera que desprendía el aroma a café acanelado recién hecho.
-A veces veo las cosas como con los ojos de un muerto, a través de una mirada vidriosa, estática, observo al mundo moverse mientras estoy quieto: contemplo el vuelo de las moscas que se acercan a mi cara para sembrar sus huevecillos en mi piel.
Inmediatamente comenzó a vibrar el piso, las paredes se estremecían ante el primer sismo del día, , los trastes de la cocina comenzaron a caerse, parecía que los cristales de la ventana iban a hacerse pedazos, por ellas se colaba un espectro de luz que cambiaba de tono a cada instante , iluminando el interior de la casa.
Caminó dando tumbos hacia el sillón sin alterarse por la taza de aromático café que llevaba en la mano, sacudiendo, derramándolo sobre el plato donde bailaba una cucharilla, se sentó y observó el espectáculo que se le ofrecía por la ventana , mientras daba sorbos a la taza que continuaba derramándose por el movimiento de la tierra.
-Quisiera que me gustaras como antes, sentir esa cosquilla en el estómago cada vez que te miraba, me gustaría hacerte el amor como antes, desear tu cuerpo, explorarte con las ganas con que se recorre un terreno virgen , desconocido, yendo por todos tus rincones, “¡Nunca¡¡ No más! ¿No entiendes que me tienes cansada?”. Siempre busqué despertar tu piel, animar tu sexo somnoliento sin conseguirlo, no solo saciar mi deseo.
El gato se acercó ronroneando hasta el sillón, enrocó su cola en la pantorrilla, zalameramente, necesitado de una caricia, obteniendo una patada que lo estrelló contra el muro: asustado sin darse tiempo a recuperarse, como pudo, se alejó corriendo.
-Te acuerdas de la tarde en que sucedió… la tarde en que te perdí … era de las primeras soleadas, después de casi dos semanas de lluvia intermitente, de cielos totalmente blancos donde no había algún clarito de azul para descansar los ojos. –Recogí los pedazos de tu cuerpo destrozado por las enormes ruedas de acero, levante trozos de ti de entre las rocas de los durmientes, lo hice lo mejor que pude. Tu sangre quedo haciendo charco, nunca comprendí, nunca, el país estaba en crisis, mucha gente moría ahogada en la miseria, el mundo estaba en recesión, lo nuestra estaba en ruinas.
Una hora después de que cesó el movimiento, el silbido del tren y el aullido de los perros rompieron el silencio de la madrugada, con nauseas se levantó del sillón, se fue hacia su cuarto, de debajo de la cama sacó una de las tantas bolsas de fotos y cartas viejas que aún conserva, se dirigió al sanitario, encendió la luz, bajo sus pantalones, se sentó en el retrete.
Desató el nudo de la bolsa sacando de ella una a una las fotos que contenía. Al terminar como siempre las juntó, no las veía a detalle, en todas aparecía el rostro de una mujer, rebosante de vida, los ojos llenos de ilusiones, las metió en la bolsa, hizo un nudo y las aventó debajo de la cama.
El pronóstico falló, no tembló en toda la mañana sino hasta mediodía, pero esta vez con más fuerza e intensidad que otras ocasiones, las alarmas anti bombardeo se activaron, después de muchos estruendos y gritos las sirenas de las ambulancias y de los carros de bomberos ensordecían los oídos.
-Te veo todas las noches saliendo desnuda de la ducha, tomando café en el sillón de la sala, sentada en la orillas de la cama, acostada a mi lado, dormida. No haces bulto en las cobijas, tu lado de la cama esta frio, al apagar la luz, al cerrar los ojos, al invadir el silencio la habitación, me parece escuchar tu respiración.
Los relámpagos comenzaron a estremecer el cielo, tornaban de rojo y naranja el azul, crujió el suelo, afuera se escuchaba como su muchas ollas de presión entraran en ebullición al mismo tiempo.
-Tengo tanto resentimiento acumulado en el corazón desde que me dejaste que, para poder dormir tranquilo, todas las noches tengo que sacarlo del pecho, conectarme a la máquina que purifico mi sangre, mientras lo exprimo en el lavadero, y siento como un líquido verde, viscoso, fétido se escurre entre mis dedos, bastan tres apretones para limpiarlo, cada vez se ha ido haciendo más pequeño y duro. El cerebro no me preocupa, ya que por el agujero que me hice en la cabeza con el taladro, salen los insectos y los gusanos que han anidado en tus recuerdos.
Aquí estoy, esperando que esos parásitos te borren para siempre o que un sino más terrible que los otros acabe conmigo definitivamente.
*Cuento publicado en “Cenzontle”. Antología del taller de narrativa del Instituto Tlaxcalteca de Cultura (ITC). Primera edición, Enero 2021.
*Pablo Ignacio Pimentel Hernández. Nació en Santa Ana Chiautempan, Tlax., en 1981. Egresado de la Licenciatura en Literatura Hispanoamericana de la facultad de Filosofía y Letras de la UAT: ha sido docente de secundaria y preparatoria en sistemas públicos y privados. Fungió como director del CBTIS 08 Cuahuixmatlac, impartió diversos talleres de iniciación artística (particularmente artes plásticas). Ha publicado textos de narrativa en suplementos culturales del diario Sol de Tlaxcala y el diario Síntesis, en la serie de antologías de cuento “Pecados capitales” de la editorial BENMA y en la Antología Letras espiral del taller de narrativa del ITC, coordinado por la maestra Laura Elena Rivas, integrante del taller de narrativa del ITC.