REFLEXIÓN
Rosalia Nalleli Pérez Estrada
2024
Poco sé de futbol, aunque Ilevó más de 25 años conviviendo con gente que es apasionada de este deporte. En este interesante juego, hay muchos aprendizajes que todos debemos de desarrollar, aunque parezca alejado de la educación formal.
Si estamos en la academia o en la investigación, debemos de recordar que el equipo de fútbol Ileva un nombre y sus jugadores hacen que su nombre luzca siempre, ante cada torneo para ser el mejor de la liga.
También, que hay muchos aspectos que se pueden rescatar de los jugadores: planean sus estrategias para ganar. Trabajan en equipo y, aunque uno mete elo gol, ante los resultados, todos brillan. Aprenden a tolerar la frustración a la pérdida y lo que es mejor: el entusiasmo los mueve.
Algo que es muy bonito del jugador de fútbol, es que sabe adaptarse a los cambios cuando tiene varios entrenadores en una misma temporada. Y sabe reconocer y respetar a su entrenador actual, sin tener que preguntarle al anterior para generar una estrategia en la jugada.
Este, el jugador, sabe que trabaja para un equipo, y que su camiseta es y será siempre la camiseta que se puso al firmar su contrato, con horarios designados, pago establecido y funciones previamente elaboradas y que no importa quién sea el nuevo entrenador, su equipo será siempre el mismo. Con el mismo nombre, un sólo permiso de juego, y los mismos reglamentos.
También, el jugador de fútbol gana mucha fama cuando se vuelve el más goleador del equipo. No importa cuánto le pagan. Le importa su fama que adquiere al hacer buenas jugadas. En la educación, el jugador es el docente y sus buenas jugadas son las veces que logra que un alumno sea triunfador en la vida. Su equipo, la escuela.
Su entrenador es su director o su rector y su ganancia, el formar hombres y mujeres de bien para la vida. En esto radica su vital importancia. El jugador no anda llorando jamás por el entrenador que se fue. Tampoco llegan sus obsoletos ex entrenadores del pasado a rescatarlo de un mal juego. Ni a mal aconsejarlo.
Debe de ser disciplinado, seguir reglas y aceptar las nuevas jugadas que le impone el nuevo entrenador. En otras palabras, se adapta al cambio. No extraña al que se fue. No recibe mecías que le dicen dónde se debe de mover. No les debe nada.
Simplemente se alía con el nuevo entrenador designado, porque ambos buscan que el juego que tienen en ese momento sea excelente, para que su equipo suba en la tabla de posiciones entre los demás y quede en la cima. Tampoco va y le pregunta al anterior entrenador cuál de sus jugadas es la indicada. Simplemente sigue al actual y juntos establecen estrategias para avanzar.
El ex entrenador sale del equipo cuando le dicen que ya no puede seguir y se va a buscar una nueva vida, no interfiere ya en la jugada del equipo. Ya no manda. Ya no cita a escondidas a sus ex jugadores ni les manda emisarios. Este ex entrenador se vuelve una persona madura que busca hacer nuevos equipos y busca trascender en algo diferente y mejor. No míra hacia el pasado. No vive en la añoranza. No habla jamás en qué se está equivocando su ex equipo. Ni interfiere nunca más en la jugada. Con madurez absoluta simplemente se retira.
Se va como un triunfador, aunque haya llevado al equipo a tercera división, y con su dignidad en la mano, hace una nueva vida deja que el equipo entre a su nueva temporada. Comprende que para un buen entendedor, pocas palabras.