EVA
(Fragmento del próximo libro del autor)
Ella tiene el nombre de la primera chica de la tierra. Su piel morena y su cuerpo entero; su pelo negro y el iris marrón intenso de sus ojos emulaban las dotes de alguna doncella del Levante que el ingenio miraba como espejismo grato entre las férvidas dunas de arena y sol.
No la vi llegar a mí, no advertí cuando se fue, menos cuando iba de la mano caminando las veredas de concreto en días inciertos. Me sentía tan poca cosa con ella que ninguno de sus signos dijo nada. Con la pluma pude escribir papel, sobre su piel… éramos dos diciendo cosas entre multitudes, entre los murmullos de la noche; la gente la miraba a ella y me veían a mí creyendo que seguro la pasaba a toda madre.
La última vez que nos vimos me regaló una argolla que aún me pruebo cuando limpio mi librero del polvo que en tenues oleadas de olvido, quiere cubrir las cosas que son y que seguirán siendo todavía después de nosotros.
Esa noche bebimos, escribimos, la llevé a su casa caminando y en un arco de flores por donde la luz del poste entraba intermitente nos besamos suavemente.
Luego de eso los días pasaron sin mucha importancia haciéndose éstos cada vez más huecos e insondables dejando tras de sí polvaredas más profusas entre un suceso y otro, haciendo del espacio lógico un mierdero flojo, endeble, blando, quebradizo, contradictorio, inconsistente.
Sólo queda recordar, maldecir, despedir, deshollinar los cirros de mierda que cubren el cielo de mi vida.