CUENTO
Primero murió Ernesto. Un joven con mucha energía y demasiados sueños. El cáncer se lo llevó truncando su futuro. Después le pasó a María. Joven hermosa secuestrada y asesinada. ¿Y después de ellos? Muchos más que ya hasta olvidamos contarlos. Accidentes, atropellamientos, enfermedades mal atendidas y el Virus que vino de China y atacó a varios.
El ambiente de la escuela se enrareció y parecía que se abrió un eco de tristeza. Nos acostumbramos tanto a ver morir a los jóvenes en aquella escuela, que el día en que falleció el primer docente, sentimos que era el fin del mundo, pues eso era algo anormal. Muchos se iban por descuido, por sentirse super héroes o por una muy mala suerte. Todos. Pero jóvenes. Ahora, empezaba el desfile de los mayores de edad. El ambiente se enrarecía por momentos con grandes silencios, pero en otros momentos se escuchaban muchos murmullos de jóvenes jugando a la distancia, aunque no se veía nada.
Se escuchaban risas y parloteo de los que por ahí jugaban, pero solo se escuchaban. Las hierbas grandes de polocote dejaban ver las flores amarillas del campo; esas que nacen hermosas e iluminan los lugares abandonados, recordándonos que aún en el olvido, existe la primavera.
Nadie se acercaba a esos lugares de hierbas crecidas y de dientes de león cercanos, por miedo a encontrar animales raros. Pero, los que podíamos escuchar a los que ya se habían ido, preferíamos no acercarnos para no importunarlos. Sus cuerpos se fueron a la tierra, pero sus pulsos seguían en la escuela estudiando. Sabían que se habían quedado con sueños inconclusos y quizás por eso seguían merodeando, tratando de cerrar lo que habían empezado, aunque ya todos deshuesados.
A diario, al pardear la tarde, cuando el olor a cempasúchil inundaba el aire, se escuchaban murmurando reglas de 3 en conjunto, ecuaciones y lecciones del pasado en inglés recitando; rechinar de puertas que se abrían o cerraban, cantos de alegría o dolor y pasos que cruzaban los pasillos, pero nunca se veía nada. Las canciones del pasado de repente se escuchaban que algún melancólico cantaba, cual historiador tratando de comprender el pasado.
Obvio en la muerte nadie se actualiza ni sabe de modas, ni de nuevos inventos, pues se queda atrapando en un momento donde ya no hay cambios. Cuando llegaba la tarde, nadie se quería quedar solo en las aulas ni en las oficinas pues sabía que algo raro pasaría. Las salas cambiarían de posición, aparecerían fórmulas en las pizarras, el proyector de repente prendería, y risas llenas de alegría se escucharían en todos lados.
De repente, alguien, todo de blanco o con sonrisa en cara llegaría solicitando una constancia, calificación o boleta para entregarla a sus padres; pero al buscar en el archivo, el nombre de quien pidió tal documento ya jamás aparecería pues estaría su archivo -también- en el archivo muerto, de los que se fueron para siempre porque su vida había cumplido su ciclo y tuvieron que haberse despedido para siempre.
Una escuela que tiene triple turno. De los que llegan a las 8 o a las 9 de la noche a seguir aprendiendo, y que, aunque ya se fueron, siguen yendo a clases contentos de disfrutar lo que en vida no supieron hacer.
Lo bueno de este tercer turno, es que siempre hay risa y algarabía, y aunque todo cobra vida en la oscuridad y el silencio, no hay lamentos. No hay quejidos. No hay reproches.
Los que se fueron, se fueron contentos y siempre regresan con una enorme sonrisa en la cara descarnada, felices por aprender.
Con cariño y respeto a toda la gente que me dejó aprendizajes, que extraño y que nunca olvido.
Rosalía Nalleli Pérez Estrada.
Rosalia_na@hotmail.com
Docente de educación superior en la Universidad Politécnica de Tlaxcala, con dirección en Universidad Santander
Fundadora de Madison School Come to Be The Best SA de CV
DILECTA AMIGA,DESDE LIMA PERÚ,NUESTRAS FELICITACIONES,BUEN IMPRONTUM ,EL MUNDO ACADEMICO NOS LLEVA A LA VENA POETICA ,REITERO MIS FELICITACIONES