SOMNOLIENTA
Echado en tu suelo aguerrido
percibía al cielo, al vacío,
los altos verdugos aguardaban,
al águila y al pálido coyote,
a la lejanía, las caídas libres,
de barrancas sutiles y arenosas.
No seré el mismo, Malintzi,
hasta serenarme otra vez,
en tu lienzo, silencioso y vegetal,
en tus maderas legendarias,
y teñir en mi boca tu nobleza,
volcánica y vaporosa.