SE PRESENTA AL PÚBLICO MEXICANO POR PRIMERA VEZ.
El 11 de abril de 1994, la arqueóloga Fanny López Jiménez, con un equipo de especialistas del INAH, bajo la dirección del antropólogo Arnoldo González, descubrió en el edificio XIII, de Palenque una subestructura, una puerta y un pasillo que la llevó a encontrar tres recámaras, en una de ellas se encontraría el sarcófago de la Reina Roja.
De acuerdo a los rituales mayas, tanto el niño como la mujer corresponden a acompañantes o víctimas sacrificadas para escoltar a un noble en su viaje al inframundo.
Las investigaciones concluyeron que se trataba de Tz’ak-b’u Ajaw, consorte de Pakal y madre de Kan B’alam y K’inich K’an Joy Chitam, dos gobernantes de la región; enigmática mujer de Lakam’ha, “Lugar de las grandes aguas”, hoy conocido como Palenque, en Chiapas.
La cámara contaba con un psicoducto, que es una pequeña perforación que antiguamente se hacía en las tumbas para que los muertos pudieran comunicarse desde el inframundo o Xibalbá. Esta costumbre aún es utilizada por los mayas lacandones, quienes perforan el techo de las habitaciones en donde velan a sus muertos. Se encontraron, además, unas vasijas de color naranja, ofrendas y caracoles.
En total, en el interior del sarcófago, se encontraron mil ciento cuarenta piezas de jadeíta, hueso, perlas y concha.
Este gran hallazgo se presenta al público mexicano por primera vez, en un lugar íntimo y secreto, muy similar a la cámara mortuoria de Palenque donde se encontraron los restos, incluso con un arco maya, el Museo del Templo Mayor, donde se reproduce íntegro el ajuar funerario de la Reina Roja, que data de hace mil 345 años, el cual consta también de una máscara hecha de malaquita, compuesta por 119 fragmentos de piedra verde que no es de la región, pero que es dúctil, lo que permitió a los artistas mayas delinear los rasgos de Tz’ak-b’u Ahaw.