EXISTEN TRES VERDADES…
En la Habana, Cuba, ante escritores de América Latina y Europa, sostuve que existen tres verdades: mi verdad, tu verdad y La verdad. Siendo que parece ocioso ese planteamiento o que es resultado de un estéril juego de palabras, resulta necesario un análisis para otorgar a cada una su respectivo valor si es que lo tiene.
Mi verdad es mi percepción de las cosas surgida de mi alcance por darle sentido o explicación a los acontecimientos, realidades y entorno. Es el convencimiento particular de que tales cosas son así, que no requieren de anexos o adornos. Son cosas terminadas, realizadas, irrefutables, tangibles, perennes, indiscutibles. Son los límites de mi visión o mis anhelos. Son la culminación, el fin de todo y lo que ya no admite ambigüedades.
Tu verdad es una propiedad ajena parecida a la mía pero finalmente ajena, aunque no lejana ni carente de importancia. Es lo que percibo como tu atavío. Es tu imagen y personalidad. Tu verdad puede tener poca y mucha semejanza a la mía pero no necesariamente diferente, ni tiene que serlo, ni debe serlo. Tu verdad es tu percepción del todo e igualmente merece respeto y defensa sin menoscabo del valor y la valía de quien la aprecie o ignore.
La verdad, la que no es tuya ni mía, o la que es de ambos y de todos, la que se precia de universal y de un rostro y sentido total, es la que todos buscamos y que a veces usurpamos para decirnos ciertos y sensatos, la que unos utilizan para la opresión y el robo, para mantener la sumisión de los otros o para repartir el miedo y la duda. La verdad, por ser la que representa la meta y fin, la culminación y la perfección, la que significa la grandeza y supremacía, es la que estará siempre en la mira de los perversos.
Lo que está mal, así lo practiquen miles de personas, está mal, y lo que está bien, aunque solamente tú la defiendas, estará bien, dicen los filósofos. Así, la verdad, aunque sea el anhelo personal o general, será siempre en anhelo inalcanzado e inalcanzable y será todo el tiempo el argumento de búsqueda de la raza humana. Y lo que no es verdad, aunque se pregone de mil formas y lo difundan los seres auto elegidos como mesías o guías, será siempre una falacia.